La crisis mundial actual debe entenderse por tres flancos: el primero la reducción del crédito a escala global, el segundo la escalada de las emisiones y el tercero la seguridad energética, ligada a los problemas de consumo, abasto y acceso. La recuperación económica no puede ignorar estos detonantes y tendrá que incluir a cabalidad un proyecto de transición energética, que se base en las energías sustentables como la solar, la nuclear y la eólica. El problema reside en abandonar el cortoplacismo de lo redituable para impulsar este plan a futuro: “El desarrollo de energías renovables exige escenarios de largo plazo, que no tomen como única base precios bajos del petróleo que pueden prevalecer algunos años, antes de volver a subir, lo cual parece inevitable ante el carácter agotable de los combustibles fósiles y la evolución de sus costos” (Ángel de la Vega Navarro, 2009).
Nicholas Stern, asesor económico para el gobierno británico y autor de The Economics of Climate Change, ha advertido sobre el peligro de que políticas dirigidas a reactivar la economía minimicen los esfuerzos y acciones para construir una “economía baja en emisiones de carbono”. Los gobiernos no deben limitarse a fortalecer proyectos de infraestructura que aumenten nuestra dependencia a los hidrocarburos, deben apoyar a los diferentes sectores de energías sustentables ya sea con subsidios, exenciones fiscales o ambas. La actual crisis debería ser el detonante para promover inversiones en eficiencia energética y energías renovables, las cuales pueden convertirse en motores del crecimiento, tanto de economías desarrolladas como en las emergentes y las subdesarrolladas. Lo que ha resultado grave es que las naciones del mundo, en especial las más ricas, se han concentrado en rescates financieros masivos, poniendo en riesgo un sistema climático que se ha formado a lo largo de millones de años. Se requiere de los gobiernos para atender esta crisis de manera coordinada, atacando la crisis crediticia, el abasto del sector energético y las emisiones de gases de efecto invernadero. La tecnología existe, la diferencia es que ahora no contamos con el tiempo para que el mercado las adapte por su inercia (recordemos que le tomó al capitalismo casi cien años asimilar los hidrocarburos como energéticos fundamentales para su desarrollo). Vamos a necesitar un nuevo New Deal, similar a lo que hizo Roosevelt que para atajar la crisis de 29 puso como límite 100 días para implementar programas antipobreza, reactivación económica, generación de empleos y reforma financiera. Este nuevo New Deal está planteado en dos grandes etapas: la primera reconfigurar el monitoreo financiero global y creando una nueva serie de impuestos. La segunda se basará en promover la eficiencia energética e incentivar las energías alternativas desde su mejoramiento en los laboratorios hasta su implementación en nuestra vida diaria. El New Deal Verde, como lo planteó New Economics Foundation, se basa en tres ejes:
1. Estabilizar el sector financiero global: Un sistema financiero con gigantes bursátiles que especulan y acumulan deuda a granel necesitarán de una mayor regulación. Habrá que tomar acciones globales contra los paraísos fiscales y aumentando los impuestos sobre los ingresos corporativos. Sería posible romper a las grandes empresas financieras para asegurar que si vuelven a quebrar no se lleven con ellos a la economía global.
2. Invertir en el cambio: Se requerirán de fondos públicos para volver sustentable al transporte, los procesos industriales y la infraestructura en general. Para ello hay que liberar recursos públicos a gran escala. Deberá gravarse el daño a la biosfera en los precios de los combustibles fósiles, con ello se sacarían recursos para fomentar las energías renovables e incentivarlas por encima de sus competidores del sector. También se está proponiendo crear un fondo de inversión petrolero global, que opere como el de Noruega y del cual podrían salir recursos para medidas como el ingreso básico universal. También se podrían establecer fondos para apoyar de inmediatamente a los más pobres ante las fluctuaciones alimentarias y energéticas.
3. Transformación ambiental: El objetico primordial de esta medida es crear las bases para una economía baja en emisiones. Esto se establecerá con los gravámenes e incentivos correctos, que posicionen a las tecnologías sustentables sobre las contaminantes. Este sistema deberá basarse en los cimientos de un sector energético más eficiente, con menor dependencia en los hidrocarburos. Esta reconfiguración creará miles de empleos “ecológicos” en el camino. Pero eso es sólo comienzo. El sector alimenticio y del transporte serán vitales para reconfigurar la economía global y garantizar su continuidad.
El primer New Deal demostró que ante las contingencias los gobiernos pueden tener un amplio impacto sobre sus sociedades y economías. Pero éste presenta nuevos retos. Debe ser implementado por Estados Nacionales que deben atender problemas que no respetan fronteras. China ya rebasó a EEUU como el primer generador de emisiones del planeta y será necesario conciliar su prioridad de mitigar su pobreza e impulsar su desarrollo con la necesidad de reconfigurar su sistema energético (problema que hay con conciliar además con todas las potencias emergentes). El sistema económico actual ha promovido la especulación, el excesivo endeudamiento y el consumismo por encima del bienestar ambiental. La intervención gubernamental inteligente puede atender estas faltas mientras invierte en los sectores clave y mantiene la inflación a niveles aceptables. Los rescates financieros masivos son muy focalizados y nos hace ignorar el conjunto de las contingencias cuyas consecuencias resultan muy graves. El consumo debe replantearse, no puede mantenerse mientras degrada el medio ambiente que afecta más a los países pobres. Además el mundo ha cambiado profundamente. El surgimiento de las potencias emergentes se ha sumado al primer mundo. China ya ha rebasado a Estados Unidos en emisiones e India ya es la tercera. Todos estos elementos deben tomarse en cuenta para replantear esta expansión económica –y poblacional tomando en cuenta que alcanzaremos los 9 mil millones para mediados de siglo- ante los límites biofísicos del planeta. La idea del New Deal verde defiende que “la inversión pública puede poner las bases para el desarrollo de un conjunto de industrias nuevas y la creación de nuevos empleos, argumento éste último que puede convencer más a la opinión pública que el deshielo de los casquetes polares o la inundación de ciudades costeras” (Ángel de la Vega Navarro, 2009). Entre 1981 y 2005 el Producto Bruto Mundial creció más del doble a costa de degradar 60% de los ecosistemas en ese mismo periodo. Esta pérdida de servicios ambientales por el desarrollo económico se plantea ya como la peor falla de mercado. Los más amenazados son 2 mil millones 600 mil personas que cuentan con menos de $2 dólares diarios para su subsistencia.
jueves, 11 de junio de 2009
Un New Deal verde para estos tiempos inciertos (I)
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